Hasta la próxima
HISTORIAS DESTACADAS
La Eucaristía me da una sensación de calma en mi vida. No importa cuán locas o ocupadas se pongan las cosas, cada vez que estoy en Misa esperando recibir la Eucaristía, encuentro un lugar de paz que no se parece a ninguna otra cosa.
Mi esposo Matt y yo, nos conocemos desde la escuela primaria. Éramos buenos amigos desde el séptimo grado y comenzamos a salir alrededor del último año. Hemos estado casados por cinco años, pero celebraremos estar juntos por 11 años este año.
Teníamos esta imagen en nuestra mente de cómo sería nuestra vida. Siempre estuvimos abiertos a adoptar o a la crianza temporal de un niño, pero realmente tenía el deseo de tener un niño. Hace un par de años, decidimos que estábamos listos para comenzar a tratar de concebir. A medida que avanzaba el año y las cosas no sucedían, estábamos perdidos y confundidos.
Así que empezamos a ir a los médicos y tratar de averiguar si algo andaba mal. Las dos estábamos sanos y ahí es donde comencé a enojarme más y más, porque tenía tanto deseo de ser madre y sentía que se estaba arrebatando de mi sin ninguna razón. Básicamente volví esa ira hacia Dios. Le dije: 'Sabes, conoces mis deseos. Sabes lo que quiero'. Y eso es lo que todos me decían: 'Solo sigue orando', y no pasaba nada. Estábamos perdiendo toda esperanza de tener un bebé.
Seguí yendo a adoración y a misa, rogándole a Dios que me quitara ese dolor, pero nunca se iba. Llegué al punto en que estaba tan enojada con Dios, que comencé a ignorarlo. Dejé de orar, me saltaba la misa, no quería tener nada que ver con Él. Dejé de hablar con Dios y me estaba alejando de él. Pero Él solo se estaba aferrando a mí.
He tenido ansiedad toda mi vida. Tengo un monólogo interior constante, pero cuando voy a adoración y me siento ahí un rato, repitiendo 'Jesús, me entrego por completo', todo se calma y puedo estar con el Señor. La adoración es el único lugar al que puedo ir donde mi mente puede quedarse completamente en blanco. Así que seguí presentándome a la iglesia, rogándole que me quitara este deseo. Aunque no siempre quería ir a misa o adoración, después de ir, encontraba paz en Su presencia.
Entonces, una noche, fui a adoración donde los sacerdotes estaban enseñando a la gente cómo experimentar la adoración. Después, me senté en la iglesia durante mucho tiempo y uno de los sacerdotes oró conmigo, me preguntó si quería recibir la Reconciliación, y luego oró por mí. A partir de ese momento, dejé ir el enojo y la puse en manos de Dios. No creo que hubiera yo estado abierta a ese sacerdote para la confesión o para que él rezara por mí si no me hubiera sentado en adoración primero. Jesús abrió mi corazón, sin que yo lo supiera. Lo puso en marcha para que yo comenzara a sanar.
Después de tener esa experiencia en adoración y con ese sacerdote, Matt y yo tuvimos una conversación muy larga sobre dónde estaba él mentalmente, dónde estaba yo mentalmente y dónde queríamos avanzar. Así que, en este momento, no estamos buscando activamente la crianza temporal de niños o la adopción. Decidimos tomarnos este tiempo para seguir creciendo realmente como pareja. No voy a decir que cada día es perfecto. Todavía hay muchos días difíciles. Pero no es enojo lo que siento y no es depresión lo que siento. En esos días que son difíciles, es más un duelo por lo que imaginé que sería nuestra vida. Pero tengo una convicción más fuerte de que Dios va a proveer para nosotros donde necesitamos ser provistos. Y confío en que Él nos dará una vida mejor de la que podríamos haber imaginado para nosotros mismos.
La Misa es donde me siento conectada con Jesús. Puedo sentir que me atrae hacia él en la Misa. Recibir la Sagrada Comunión me mantiene con los pies en la tierra. En mis peores días, me ayuda a sentirme completa. En mis mejores días, es un recordatorio de dónde viene mi alegría.
Hasta la próxima
VIVE LA EXPERIENCIA
Jesús está realmente presente. Jesús siempre está contigo. Siéntate en su presencia y ábrete a su voz.