Hasta la próxima
HISTORIAS DESTACADAS
Llegué a Pontiac de Puerto Rico con mi Mamá, visitando a parte de la familia en Pontiac en 2017. Hubo muchas dificultades. Ese año sucedió el huracán María en nuestra isla y regresé a asesar la situación. Regresé a Pontiac en marzo del 2018, sin saber que llegaba para quedarme. Mi mamá fue diagnosticada con cáncer y luego muere en ese mismo año. En 2019 ya trabajaba yo y me había establecido. En el año 2020 sufrí un accidente grave de carro, no fue mi culpa, pero quedé muy mal emocional y físicamente. Tuve que pasar por 5 cirugías por daños a mi columna vertebral, hombros y rodillas. Y todavía seguía sin casi poder caminar, sentía que caminaba como sobre globos. Con depresión porque no aceptaba mi condición y me sentía sin luz ni paz.
Estaba sin rumbo, de verdad que era una situación que jamás pensé que yo viviría. Todos mis familiares, incluyendo mi hija, estaban trabajando y con sus familias. Yo, sin tener salud ni poder trabajar, sin el calor de mi mamá y en un lugar muy diferente a mi Isla. Sin dominar el idioma inglés, de verdad que me sentía tan sola. No podía asistir a la iglesia porque encima de todo esto, por la pandemia del Covid19 todo estaba cerrado. Así también me sentía confinada, no veía la luz ni el final del túnel donde me encontraba. Me sentí muchas veces tocando fondo levantando mis manos y no encontraba nada de dónde sujetarme o como poder levantarme.
Cuando después abrieron las iglesias, todo era diferente por los protocolos de la pandemia. Yo seguía con mí bastón con mucha dificultad para caminar, sentarme y también pararme, con todo el dolor de mi cuerpo. Bueno yo estaba en la desesperación, ansiando estar sin dolor y continuar cómo yo era antes de todo esto que les he contado como parte de mi historia. Pero quería seguir yendo.
Cada vez que iba a ser intervenida quirúrgicamente, le pedía oración al Padre Jacob, o al Padre Andrew que comenzaba en ese entonces, o al Padre Grayson que me dio la Unción de los Enfermos. Después de la unción, supe que iba a tener una operación buena y me fui muy tranquila, me quitó los miedos y desesperación. Poco a poco, todo fue cambiando.
Había pasado por muchas situaciones antes en mi vida, pero con la ayuda de Dios las superaba, me levantaba y seguía con más fuerzas. Pero en esta ocasión fue diferente que con los otros problemas y situaciones porque no me podía levantar. Yo sólo preguntaba repetidamente, con esa angustia y depresión que estaba viviendo, ‘Jesús ¿qué es lo que me pasa?, ¿qué es lo que tú me quieres decir con todo esto? ¿Por qué a mí? Ayúdame, porque no puedo estar así física y emocionalmente, ya no puedo Señor, no puedo’.
Tenía muchos sentimientos encontrados y corajes. Sin conocer a la persona que me había chocado ese día, sentía que no podía perdonar y no estaba conforme con la situación. Simplemente no me gustaba lo que yo estaba sintiendo, pero no lo podía cambiar. Me confesé, tuve una confesión muy bonita y me sentía liviana pero todavía algo de mí no me llenaba. Tenía diferentes sentimientos y no me aceptaba a mi misma. Sentía que las personas me miraban, se burlaban y sentían pena por mí, fue horrible.
El Padre Jacob nos recomendaba ir a la capilla de Adoración Eucarística perpetua. Comencé a asistir a la capilla de San Miguel frente al Santísimo, a mirarlo y a llorar sin consuelo. Le decía, ‘Dios mío ten piedad de mí por favor’. En cada oportunidad, llegaba al Santísimo en esa hermosa capilla en ese encuentro con Jesús cara a cara, y sentí cómo sanaba primero mi corazón.
En Puerto Rico en Misa era lectora, también cantaba en el coro de la iglesia y llevaba círculos de oración a personas que necesitaban. Una vez aquí, antes del accidente, hubo personas en el ministerio de la iglesia que me hicieron sentir indigna de servir a Dios por mi apariencia. Y después, asistía a Misa cada Domingo y comulgaba, pero no participaba más, porque sentía que la gente pensaba que no era digna de eso.
Pero surgió mi transformación y el poder sanador en Adoración. Comenzó en el encuentro que tuve con Dios en la Eucaristía y cara a cara con él en la capilla, dónde le dije ‘Yo estoy aquí’. Entendí que todo lo que pasa tiene un propósito que yo antes no veía y no lo entendía. Jesús estaba trabajando conmigo, sanando mi alma, mi pensamiento, mi cuerpo y arreglando todo lo que estaba dañado en mí desde antes y todo lo del accidente. Pero todavía me faltaba valor.
En Adoración eran los encuentros más bonitos que yo tenía, la capilla era el único lugar donde yo sentía paz, amor y me sentía muy feliz y protegida. Así empezó mi sanación, sentí que Dios quería más de mí y que siguiera sirviendo con todos los dones que tuve desde mi isla de Puerto Rico. Hubo también piedras en el camino que me desviaron de Dios, pero Jesús siempre llega a tiempo al rescate. Es el tiempo de Dios cuando él sacude, no por castigo, él es amor, sacude tu vida para que puedas entender y ver lo que te tiene preparado.
Para mí, aún en sufrimiento y dolor, se manifiesta su amor. Su poder sanador del corazón y del cuerpo, me enseñó tantas cosas. Yo no podía ver, ni mucho menos entender lo que él Señor Jesús me quería decir. Uno puede estar toda una vida con asistencia perfecta a Misa y en eventos de la iglesia católica y tu corazón seguir vacío, hasta que Jesús te toca, te sana y te transforma. Pero es un proceso por el que se tiene que pasar, porque él siempre está ahí, vivo, diciendo, Estoy Aquí. Sólo falta que tú dejes que Dios te cambie y te enseñe el camino.
Me gusta ir a Misa y recibir la Sagrada Comunión porque es el momento más hermoso, cuando puedes tener el cuerpo de Jesús dentro de ti, para continuar esa unión con Jesús día a día. Me siento más fuerte y con más deseo de estar con su presencia en mi vida. Cuando lo miro para decirle ‘amén, creo que estás presente’, le digo también cuánto lo amo, y cuánto deseo que esté en mi vida y que esté dentro de mí. Para yo así poder seguir conforme con la voluntad y la ley de Dios, porque ¡él Vive en mí!
Así fue que en la Adoración y oración frente al Santísimo Sacramento tuve mi encuentro con Jesús y sentí su presencia tan cerca y dentro de mi corazón, con ese fuego que estremecía todo mi ser y ya no tenía miedo, ni angustia, ni dudas. Mis lágrimas de dolor y sufrimiento se convirtieron en alegría y paz. Lo más importante es que deseo otra vez servir a Dios y a la iglesia católica. Quiero ser servidora de Jesús llevando el mensaje de Dios y del poder de la Adoración y oración en el Santísimo Sacramento de Jesús. Dónde él me volvió a repetir, “hija mía Estoy Aquí” y dónde yo le dije “¡yo también estoy aquí!”.
Estoy aquí para alabar y glorificar tu nombre.
Estoy aquí para ayudar a otras personas a tener ese encuentro con Jesús en el Santísimo Sacramento, dónde todo lo que yo le pedí con fe, me lo concedió.
Estoy aquí para el servicio de nuestro señor Jesús.
Levanté mí mano y le dije: ‘Yo estoy aquí, estuve perdida, pero te encontré’.
Tu siempre estás aquí. Yo fui la que me despegué.
Pero ya no me volveré a perder, ni a despegarme, ni me soltaré de tú mano.
¡Jesús Estoy Aquí!
Hasta la próxima
VIVE LA EXPERIENCIA
Jesús está realmente presente. Jesús siempre está contigo. Siéntate en su presencia y ábrete a su voz.