Hasta la próxima
HISTORIAS DESTACADAS
La Eucaristía es mi fuerza, mi inspiración, mi consuelo, mi todo.
Una vez un empleador protestante que era pastor evangélico me pidió que explicara en diez palabras o menos, por qué era católica. Lo pensé por un segundo, y luego dije: 'Puedo decírtelo en una sola: transubstanciación'. Después de que le expliqué lo que era, dejó de pedirme que asistiera a su iglesia. Él respetaba que yo creyera en la Presencia Verdadera a pesar de que él no podía.
La madre de mi madre era una conversa católica, y era muy devota. Ella solía hablarme mucho de Jesús. Me hablaba de la Eucaristía cuando era pequeña, así que cuando llegué a las clases de catecismo, ya sabía sobre Jesús y la Presencia Real. Y yo pensaba, '¡No puedo esperar!'
Recuerdo que iba a hacer mi Primera Comunión y el maestro nos explicaba lo que pasaría. Estaba arrodillada allí, una niña de siete años, tu corazón es tan puro, y recuerdo arrodillarme ahí y le dije a Jesús: 'Nunca te voy a lastimar como lo hicieron las otras personas. Y voy a compensar todo lo malo que te haya pasado".
No entendía todo, pero sabía que lo amaba por completo. Y sabía que quería la Comunión más que cualquier otra cosa en el mundo. Era amor. Fue una experiencia hermosa. Y todavía recuerdo ese sentimiento.
Pero esto no era una prioridad en nuestra familia. Mi madre estaba metida en el ocultismo. Durante mucho tiempo no supe que iba en contra de la Iglesia, porque era algo que mi madre hacía, algo que crecí sabiendo. Cuando me gradué de la escuela preparatoria, entré con las Hermanitas de los Pobres durante casi dos años y finalmente decidí que realmente no era lo que quería. Y así que me salí.
Llegué a casa y estaba en desacuerdo conmigo misma. No tenía trabajo. No tenía educación. Así que empecé a pasar el tiempo con mi madre y sus amigas, empecé a leer las cartas del tarot y estaba trabajando en clubes nocturnos. Realmente me alejé de la Iglesia, porque para entonces yo sabía que lo que estaba haciendo estaba mal.
Me sentía culpable cada vez que pasaba por una iglesia porque sabía que Jesús me estaba esperando. Y recuerdo que un día dije: 'Volveré'.
Comencé a hablar con este sacerdote sanador y él me daba recomendaciones y consejos. Él me ayudó a volver a la Iglesia. Recuerdo que una vez me dijo: 'Ahora ve a hacer una buena confesión y todo estará bien'.
Había perdido a toda mi familia excepto a mi hermana. Estaba muy sola, muy deprimida, y acababa de regresar a la Iglesia. Tenía pensamientos suicidas, acababa de perderlo todo. Y él me dijo: 'Ven a la misa. Eso te va a ayudar más que nada". También me dijo, 'Necesitas terapia, necesitas medicamentos. Haz lo que tengas que hacer para ayudarte. Y ven a la misa diaria'.
Así lo hice. Tuvo un gran impacto en mí cuando me obligué a ir. Algunos días me arrastré para ir. Pero fui y mantuve ese compromiso durante dos años. Empecé a dar un giro y a cambiar. He encontrado en la Adoración la fuerza para superar gran parte de mi depresión y mis miedos. Simplemente me siento ahí y no me gusta estar ocupada. Mucha gente viene con sus rosarios y libros, y lo he intentado. Pero ahora solo voy a estar con Dios y a sentarme en Su presencia. Es muy conmovedor. El asistir a la Adoración me quitó mis enojos, mi dolor, y me trajo el amor que había encerrado. Las visitas frecuentes a la Adoración me traen equilibrio y me ayudan a crecer más profundamente en mi fe.
Cada vez que he sido desafiada en mi fe o he pensado en dejar la Iglesia, porque lo he hecho, ya me había alejado de la iglesia durante años; lo que me trae de vuelta es la Eucaristía. Incluso cuando no estaba viviendo mi fe, nunca, jamás dudé de la Eucaristía.
La Eucaristía es un banquete del amor de Dios por mí, por todos nosotros. Jesús murió para que yo pudiera vivir. La Eucaristía me ayuda a ser más como Cristo. Me fortalece.
Soy capaz de morar en él y él en mí. Es un tiempo de renovación y crecimiento espiritual. Un tiempo para estar quieto y escuchar. Un tiempo para adorarlo, un tiempo de intercesión. Es mi comprobación de la realidad. Es el deseo de mi corazón.
Hasta la próxima
VIVE LA EXPERIENCIA
Jesús está realmente presente. Jesús siempre está contigo. Siéntate en su presencia y ábrete a su voz.