Hasta la próxima
HISTORIAS DESTACADAS
Me considero un hombre de mucha fe, convencido de que la mano providencial de Dios me guía. No pierdo la esperanza, incluso en medio de las pruebas más difíciles, y todo esto lo atribuyo a la Eucaristía, mi 'alimento divino para el camino’.
Pasé de ser un joven alejado de la Iglesia y centrado en las cosas de este mundo, a convertirme en esposo, papá y, finalmente, en un diácono ordenado. El elemento clave que marcó la transición entre mi antiguo estilo de vida y el nuevo, más bendecido, fue la Eucaristía.
La Misa es la mejor oportunidad para agradecer al Señor por el don de la vida y por todo lo que ha hecho por mí. Durante la Misa, comprendo de manera más profunda el misterio de la creación divina, experimentando el acto de Dios que me crea aquí y ahora, en el instante presente.
La Palabra de Dios me llama a la vida; lo siento cada vez que respiro. Es por esta razón, y muchas más, que la Misa ocupa un lugar especial entre todos los rincones de la Tierra. ¡Disfruto enormemente estar allí!
Durante la Adoración, a veces sentimos la comunión de los Santos que interceden por nosotros, llevando nuestras peticiones a Jesús. Esta intercesión puede manifestarse de manera tangible si está alineada con la voluntad de Dios. Mi esposa y yo experimentamos esto durante nuestras horas santas semanales en 2007, en la capilla de la National Shrine of the Little Flower Basilica en Royal Oak. Durante dos semanas, nos envolvió un aroma de rosas, algo intensamente hermoso y difícil de describir. En aquel momento, anhelábamos la bendición de tener un hijo. Resumiendo, tres meses después, a través de una serie de eventos milagrosos, fuimos bendecidos al poder adoptar a nuestra amada hija. Nació una rosa del cielo, y la recibimos en nuestro hogar gracias a la amorosa intercesión de Santa Teresita, quien llevó nuestras peticiones a Jesús y nos demostró que nuestras oraciones no pasaban desapercibidas en el cielo.
En el Santísimo Sacramento, Dios se nos revela de manera única, brindándonos la oportunidad de orar en silencio con Nuestro Señor y alcanzar así una conexión más íntima. Como audiencia ante el Rey del universo y la corte celestial, realmente somos escuchados, asistidos y agraciados con el amor perdurable de Dios, a veces de maneras asombrosas. Cada vez que dirigimos nuestra mirada a nuestra hija, ahora de 16 años, recordamos la fuerza milagrosa de la Adoración, algo que amaremos por siempre.
Hasta la próxima
VIVE LA EXPERIENCIA
Jesús está realmente presente. Jesús siempre está contigo. Siéntate en su presencia y ábrete a su voz.