Hasta la próxima
HISTORIAS DESTACADAS
Mis padres me dieron un gran regalo: compartir la fe que fue compartida con ellos y sacrificar más de lo que sé para enviarnos a mí y a mi hermano a escuelas católicas. Cuando la gente se entera de que soy sacerdote, inmediatamente piensan en una versión embellecida del catolicismo, ¡lo cual es hermoso! Podrían pensar en una familia reunida alrededor de la silla de papá todas las noches rezando el Rosario o leyendo la Biblia. Si bien esta no era la realidad para mi familia, la importancia de la fe y la Sagrada Eucaristía fue modelada en la prioridad que se le dio a nuestra asistencia semanal a misa.
Contrario a la creencia popular, los sacerdotes no caen del cielo. Cuando era niño, recuerdo que realmente no me gustaba ir a misa. Yo era ESE NIÑO en la iglesia, que intencionalmente es desagradable y hace ruido y siempre tramaba cómo podría avergonzar a mis padres durante la misa para que lo pensaran doble la próxima vez que fuera la misa de vigilia del sábado. Recuerdo claramente que un domingo estaba en el pasillo central de la iglesia gateando, mi padre enrojecido de enojo y vergüenza, y yo haciendo un berrinche cuando comenzaba la misa. Hay muchos más ejemplos que podría dar, ¡pero no me gustaría que pensaras mas mal de mí!
A medida que crecía, con el tiempo encontré mi lugar en la Iglesia. Pasé de ser el niño que gritaba en el pasillo al que cantaba en el coro y asistía al sacerdote en la misa como monaguillo, ¡y me encantó! Pensaba que estaba ayudando y a la vez haciendo cosas que me gustaba hacer para pasar el tiempo, pero Dios estaba haciendo algo diferente. Me estaba invitando, poco a poco, a una relación más profunda con él y su Iglesia.
El tiempo pasó y a medida que maduraba, más se daba a conocer el deseo de Dios por mi sacerdocio. Aunque nunca hablé de eso, supe en el bachillerato, que tanto él como yo lo queríamos. Cuando no estaba jugando fútbol, estaba en la Iglesia metido más en el ministerio de música, y también en el grupo de jóvenes. Hasta este momento, nunca había estado expuesto a la adoración Eucarística. En la parroquia de Nuestra Señora del Bosque (Our Lady of the Woods) en Woodhaven, había una pequeña capilla de adoración donde la gente hacía visitas durante todo el día. Esto me intrigó, y comencé a hacer visitas cortas cada vez que estaba allí visitando a mi ministro de jóvenes o participando en algún otro evento. Había algo diferente en esa pequeña habitación y tenía todo que ver con Aquel que estaba ahí esperando. También recuerdo haber tenido una profunda experiencia frente al Santísimo Sacramento en una Conferencia de Jóvenes de Steubenville. Estaba asombrado de la fe de todos esos adolescentes ahí presentes, y mientras la custodia se procesaba por el complejo deportivo, recuerdo que desesperadamente quería estar cerca de él. En ese momento, supe que era real y que él también quería estar cerca de mí.
Como dicen, arrastré los pies y también se me enfriaron, pero esos momentos con el Señor me llevaron al seminario y al programa de formación sacerdotal. En el verano de 2012, después de mi tercer año de seminario, mis compañeros de clase y yo pasamos 30 días en peregrinación a los lugares sagrados de Europa. Después de regresar a casa, tuvimos una o dos semanas libres, y luego nos dirigimos a Irene, Dakota del Sur, para un retiro silencioso de treinta días (¡sí, 30!). Durante este retiro, se esperaba que rezara cinco horas santas al día. Fue difícil, especialmente cuando en mi oración seca, sentía como si nada estuviera sucediendo. Una tarde me dirigí a la pequeña capilla blanca en la colina para mi tiempo de oración. Para mi sorpresa, no había nadie más allí, solo yo y un ratón de iglesia. Me senté frente al tabernáculo, miré el crucifijo y escuché a Jesús susurrarle a mi corazón: "¿Por qué no me dejas ser más para ti?" Me sorprendió y realmente tuve que ponerlo en oración. "¿Qué me quiso decir?"
Él reveló que deseaba una relación más profunda conmigo y que quería que lo conociera mejor. Incluso después de esa experiencia de Jesús en el complejo deportivo, yo todavía vivía lejos de él, y ahora estaba pidiendo más. No recuerdo el resto de las muchas horas que oré ese verano, pero siempre recordaré esa. Cuando me siento tentado a volver a mi antigua forma de vida, pensando en Jesús como alguien que me ama, pero está lejos, vuelvo a la gracia experimentada ese día y me recuerdo a mí mismo que su presencia está a solo unos pasos de distancia.
Fue frente al Santísimo Sacramento donde tuvieron lugar muchos debates, tratos y experiencias de amor (y frustración) con Jesús. Fue mi tiempo frente al Santísimo Sacramento lo que me mantuvo avanzando en el seminario y es mi tiempo frente al Santísimo Sacramento lo que me sustenta hoy como sacerdote.
El niño que quería estar lo más lejos posible de la Iglesia es ahora el hombre que no puede imaginar su vida sin ella o la Eucaristía. Todo es obra de Dios, todo es gracia.
Hasta la próxima
VIVE LA EXPERIENCIA
Jesús está realmente presente. Jesús siempre está contigo. Siéntate en su presencia y ábrete a su voz.