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HISTORIAS DESTACADAS
Nací y crecí católico. Estaba súper involucrado en el grupo de jóvenes y el ministerio. Pero realmente no tenía amor por la eucaristía, o por los sacramentos. Simplemente no eran importantes para mí.
Tenía 19 años y entraba en mi segundo año en una importante universidad cristiana. En ese momento, todos mis amigos eran protestantes, sin denominación, y yo estaba enamorado de los servicios protestantes, la forma en que se enfocaban en las Escrituras, la música y los equipos de culto. Mi corazón estaba cambiando más hacia esa forma de devoción y ese tipo de oración. Debido a eso, no veía la importancia de los sacramentos o la importancia de la eucaristía. Dejé de ir a misa y no quería involucrarme mucho con nada que fuera católico, porque sentía que había encontrado mi hogar en una forma de cristianismo que me encajaba.
Llegué al punto en que incluso quería ser bautizado en una mega iglesia a la que asistía. Solo iba a misa cuando realmente me apetecía o tenía tiempo para ello. No era como una prioridad. Mi prioridad realmente era el servicio [protestante].
Pero también, mientras todo esto sucedía, me inscribieron para ir a la Jornada Mundial de la Juventud en Australia con mi grupo de jóvenes. Me había inscrito incluso antes de ir a la universidad, porque fue un proceso de dos años para recaudar fondos y planificar el viaje. Como lo había pagado y todavía tenía buenos amigos que estaban involucrados en la Iglesia Católica, decidí ir, pero muchos de mis amigos católicos sabían dónde estaba en mi fe.
Fui a la Jornada Mundial de la Juventud y estaba emocionado de ir porque era Australia y era una oportunidad divertida. Durante la misa de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud, que creo que fue el segundo día que estuvimos allí, estaba apoyado contra una barandilla y había como 500,000 personas en esta misa. La oración del Cordero de Dios estaba siendo cantada por un hermoso coro. Y en ese momento, recuerdo a sacerdotes de todo el mundo, subiendo al altar y preparándose para distribuir a Jesús en la eucaristía.
Y en ese momento, recuerdo que pensé: 'No hay manera de que vayan a distribuir la eucaristía a todos aquí. No hay manera posible'. Pensé que tal vez se lo darían a la gente en el frente, o a las personas que más lo necesitaban. Porque, por supuesto, mi forma de pensar era: 'Esto no es tan importante, no todos lo necesitamos'.
Y recuerdo haber pensado: ‘En realidad no creo de la manera en que debería creer en esto'. Conocía la teología al respecto y lo que los católicos creen, y siendo católico yo mismo, había una parte de mi corazón que quería creer que este era Jesús.
Y luego los sacerdotes comenzaron a acercarse, y comencé a pensar: 'Oh, en verdad que si van a distribuir la eucaristía a todos aquí'. Y de la nada empecé a llorar y no sabía por qué. Empecé a llorar y la canción que estaba sonando era 'We Are One Body', que anteriormente había pensado que era una canción muy cursi, pero realmente estaba golpeando mi corazón en ese momento. Era una canción que canté toda mi vida, y aquí estaban diciendo: 'Somos un cuerpo', y yo estaba sollozando, con lágrimas.
Mi ministro de jóvenes en ese momento solo me estaba mirando y se dio cuenta de mi situación. Y creo que todos en el grupo estaban pensando: 'Gerardo está teniendo todo este tiempo ahora mismo con el Señor, así que dejémoslo en paz'.
En ese momento, no creo que los sacerdotes realmente sabían a dónde ir para distribuir la comunión. Estaban en este mar de gente y estaban comenzando sus propias líneas de distribución donde quisieran comenzar. Recuerdo que hice contacto visual con este sacerdote de África, no estoy seguro del país exacto. Parecía un poco confundido, mirando a su alrededor en esta multitud de personas, e hizo contacto visual conmigo. No dijo una palabra. Simplemente se acercó a mí, se encogió de hombros, como diciendo: 'Voy a comenzar mi línea aquí contigo'. Así que él simplemente dijo: 'Cuerpo de Cristo'. Y yo dije: 'Amén'.
No fue un super milagro eucarístico, pero creo que en ese momento supe que esto era todo. Sabía que la eucaristía significa todo para mí, que no hay nada que pueda reemplazarla o deba reemplazarla en mi vida. Desde entonces, ha habido altibajos, y el camino ha sido muy difícil, pero me he dado cuenta de que la vida con la eucaristía siempre es mejor que la vida sin ella.
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VIVE LA EXPERIENCIA
Jesús está realmente presente. Jesús siempre está contigo. Siéntate en su presencia y ábrete a su voz.